Estoy sentado en el mismo lugar donde escribí MAESTRÍA EN FELICIDAD. Observo los miles de correos precipitarse agradecidos, constituyen un conglomerado de intenciones buscando la vida. Ayer pasé delante un funeral, “otro que se marcha sin haber vivido”, pensé; releo mi libro, suena el teléfono, entrecierro los ojos mientras hablo, lo que me cuenta es verosímil, ambos sabemos que la verdad es otra. Hay vidas, reducidas a simple ficción, hay gente que ni siquiera sospecha que la vida, es otra cosa.
Es tremendo el auto-engaño, es siempre impune el mentirse a sí mismo, las emociones del último día son las mismas; quien no aprendió a vivir, no sabrá enfrentar a la muerte.
Aún hay quienes creen, que la felicidad es imposible, que es una meta al final del camino; patética conclusión, porque la felicidad es el camino mismo, es el camino a la vida. De poco sirve ese catálogo de días cuidadosamente ordenados, si no se sabe el rumbo de la existencia; la felicidad no es un invento de enamorados, es nuestra condición natural de existencia. Necesitamos estar bien para cumplir nuestro propósito existencial, eso que los antepasados llamaron Suma Qmaña; es decir, estar bien, más que un derecho, ha pasado a constituirse en un deber.
Sospecho que si no nos curamos a tiempo, de la intoxicación ideológica, sobreviviremos infelices y enfermos. Requiere conocerse, para entender la vida y desplegar la Inteligencia Existencial. El hombre que murió sin haber vivido, asesinó su oportunidad de evolución, desangró su vida en capítulos de sufrimiento y angustia; quien no llegó a conocerse y liberar su potencial interior, es un impostor frente al universo y se condena a vivir desventuras.
En verdad, la felicidad no debería aprenderse, sin embargo, es tanta la contaminación, es tan excelente la confusión inducida, que uno de los primeros aprendizajes a posibilitarse, tiene que ser el arte de ser feliz.
La felicidad no se pide, se ejerce, no se conquista, se declara y al declararse feliz, se está preparado para asumir las consecuencias de esta suprema decisión. Ser feliz incluye la determinación pétrea de pagar el precio que sea necesario para preservar esta decisión. Ser feliz es ascender al nivel auténticamente humano y desde esa vibración, afinar nuestra energía para compatibilizarla con el amor.
Nuestra misión nos requiere lúcidos, atentos, preparados para comenzar sin demora, el sagrado itinerario. La razón de la felicidad es obvia: si no somos felices, nunca podremos acceder a las ventajas del amor y de otros niveles de protección, reservados para quienes están vibrando, en la frecuencia precisa.
Un primer requisito para ser feliz, es darse cuenta que estamos vivos, que esta visita a la tierra es breve y en libertad, que podemos hacer con nuestra vida aquello que elijamos.
En verdad, no precisamos nada más para declararnos felices; quizá sea bueno reunir un poco más de rebeldía, de disidencia y pensamiento crítico, que te permitan darte cuenta que te entrenaron para ser infeliz, para permanecer en el rebaño, para acampar en la zona de confort donde no pasa nada, sólo el tiempo llevándose tu vida.
Pero si no estás dispuesto a permitir que la infelicidad desmantele tus instantes, hazte cargo de tu vida, vigila tus pensamientos y emociones, dales la dirección y altura respectivas, alinéalos en la perspectiva de tu misión.
Descarta lo que interfiere en tu crecimiento, recuerda en todo momento que estás de paso, que eres perecedero, que incluso algunas estrellas que contemplamos en las noches despejadas, hace tiempo que ya murieron, que sólo percibimos las huellas de luz que dejaron y que demoran un tiempo en desaparecer.
Un segundo requisito para ser feliz, es comenzar a prepararse integralmente, prepararse para todo lo que sea necesario; preparar la mente y el manejo de las emociones, el cuerpo y las relaciones. Para ser feliz, hace falta estar despierto y en un camino de auto-conocimiento, darte cuenta de lo que tienes y no tienes que hacer, militar y activamente en la solidaridad, tener razones elevadas para levantarte cada día de la cama.
Ser feliz incluye amar la vida y nunca dejar de soñar, atreverse a todo lo bueno, aprender de todo, de todos, implicarse totalmente en la vida, pasearse por la geografía sorpresiva de la inseguridad, despertar toda la esperanza y enviarla a repartir magia por los caminos de este tiempo.
Ser feliz es hacer lo que amas y amar lo que te toca hacer; es darse cuenta que todo es uno y todo está vivo, es amar la vida y sus sorpresas, es dejarse hipnotizar por la plenitud y arrastrar por el éxtasis, es tejer nuestra red de afecto y confianza, sabiendo que a pesar de ser pocos, cada vez somos más.
Ser feliz es aprender a vivir sin enfermarse, descubriendo el secreto lenguaje del cuerpo, de los cuerpos; es reactivar la soberanía existencial, que emana del recuperar el poder de ser tú mismo y hacer lo que tienes que hacer, vestido de imperturbabilidad.
Chamalú
Extracto de su libro Inteligencia Existencial